Imaginamos que todo marcha de maravilla, que todo se ve muy bien, que navegamos por aguas tranquilas, cuando en realidad toda nuestra vida es una tempestad, queremos creer que la luna es de queso, que el firmamento brilla a nuestro alrededor, que los astros se alinean a nuestro favor, pero nos estamos dando cuenta que para el cielo solamente somos menos importante que un grano de arroz. En nuestro interior sentimos que marchamos hacia adelante, pero estamos estancados como si fuéramos una flor y sin darnos cuenta desde hace mucho, seguimos en el mismo lugar, soñamos que nos falta menos para alcanzar nuestras metas y objetivos, cuando en realidad se han acabados los motivos para seguir avanzando, cuando el límite de nuestras fuerzas lo hemos rebasado y solo vamos flotando, dejándonos llevar a donde quiera llevarnos la vida. Es duro darse cuenta de que todo esto sucede, cuando hacemos nuestro mejor esfuerzo, cuando creemos ver que en nuestro camino no existen obstáculos, ni rastro ninguno de las espinas que nos impedían alcanzar nuestros sueños, cuando nos creemos dueños de nuestro destino y sentimos que el aire que respiramos, son aires de libertad, cuando en realidad, seguimos siendo esclavos de algo que no podemos ni maginar.
Nos asaltan ideas obscuras como la noche, no llenan inconcientemente de malos presagios, imaginamos que ahora el camino se ha vuelto intransitable y que es hora de dar marcha atrás, pero seguimos viendo esa luz en la obscuridad, como un faro que nos guía hacia un puerto seguro a través de la tempestad. Tal vez no sean los mejores tiempos, pero ha habido peores y hemos vencido a la adversidad, seguimos teniendo el motor que nos mueve, seguimos alimentando nuestros sueños cada que nos miramos, con amaneceres juntos, con sonrisas ocultas por los besos y con promesas de seguir juntos para siempre, como si fuera el primero o el último día.






