Jamás sabemos disfrutar con plenitud la felicidad que sentimos y que tenemos al lado de la persona amada, hasta que de pronto el destino nos lo arrebata y solo nos queda ahogarnos en esa rara sensación que se llama soledad.
Queremos con toda el alma regresar aunque solo sea un poquito a todos esos instantes en que sin saberlo lo teníamos todo.
Recordar y volver a recordar, respirar el aroma de sentirse al lado de quien tanto has amado, disfrutar el viento como si fuera la caricia de sus manos, imaginar su mirada y su sonrisa con el reflejo del mar y volver a escuchar quedito, muy quedito palabras de amor.
Yo le decía, te quiero y ella solo contestaba, nos queremos, y eso para mi lo era todo, porque con esa pequeña frase se resumía todos las años que teníamos atrás, todo lo que juntos habíamos construido y era nuestro pequeño gran secreto de que éramos correspondidos y de que éramos felices.
Jamás sabremos disfrutar con plenitud esos momentos que ahora son parte de la eternidad, y que mientras los recordemos y los volvamos a sentir, imaginándolos que están presente, tendremos un poco de paz y de sosiego mientras volvemos a esa nueva normalidad. Amar duele, duele mucho.