martes, 27 de octubre de 2020

El tiempo.




Como decia Renato Leduc.
 Amar queriendo como en otro tiempo,
 ignoraba yo aún que el tiempo es oro. 
Cuánto tiempo perdí, ay, cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
 amor de aquellos tiempos, cuánto año
la dicha inicua de perder el tiempo.

     Sin darnos cuenta somos esclavos del tiempo, vamos por el mundo dando tumbos sin saber a ciencia cierta lo que nos depara el destino, vamos como si tuviéramos los ojos vendados, solamente haciéndole caso a lo que nuestros instintos y nuestro corazón le parezca correcto, y así recorremos la vida, con subidas y bajadas, con errores y aciertos, con risas y con llantos mientras lentamente gastamos nuestro tiempo, nuestras energías y poco a poco nuestras esperanzas.

     El tiempo transcurre, y nuestra vida se escurre entre los sinsabores, los agridulces, y las delicias de nuestros triunfos, nuestras derrotas y los momentos en que nos levantamos, y para seguir adelante porque nuevamente tenemos la oportunidad de sacar de nuestro interior las fuerzas necesarias para enfrentar los retos que se nos presentan.

     De pronto nos damos cuenta que ya no tenemos tanto tiempo, nos damos cuenta que nuestra cuenta ya casi no cuenta, y que solamente es algo que ya a nadie le importa si nos toman en cuenta.

     El tiempo es nuestro mayor enemigo, y al final lo que hayamos conseguido quedara en el olvido, pero lo que hemos vivido tendrá en nuestra vida un significado tan especial, porque habrá valido el esfuerzo que hemos hecho y tener la satisfacción de que somos lo que hemos podido ser.

     Desde que tenemos memoria, el tiempo lo tenemos guardado, ahora que ha transcurrido, el resto es lo único que nos queda y debemos de aprovecharlo para hacer lo que no nos habíamos a atrevido a hacer, sin que eso signifique echar a perder lo que hemos conseguido y por lo que siempre hemos luchado, y que es tener una conciencia tranquila y el corazón dispuesto.

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