martes, 29 de septiembre de 2020

Despedida.

     Dicen que el tiempo lo cura todo, y yo creo que esa es una frase que no tiene sentido, porque puede pasar días, meses, años y tal vez muchos años y seguiremos teniendo el dolor de una despedida, el dolor que causa el saber que todo terminó. Asimilar una despedida cuando creíamos que todo seguía igual, que nada empañaba la felicidad que se había construido, es como si de pronto te enteraras que nada de lo que tienes ya no tiene valor y ya no vale nada.

     Una despedida inesperada, se siente como si hubiésemos construido un castillo en la arena, cuando más estábamos convencido de que lo teníamos todo, de pronto desaparece y nos deja con la sensación de que nunca tuvimos nada.

     Tal vez, hubiese sido todo diferente si se compartieran los sueños, si fuéramos honestos con lo que deseamos, con todo lo que queremos lograr en la vida, pero a veces tenemos miedo de compartir y simplemente hacemos lo que nos parece correcto y nos aislamos para realizar individualmente nuestros logros.

     Hay veces que conseguimos lo que hemos deseado, y podemos sentirnos orgullosos, otras veces conseguimos lo que hemos deseado y nos sentimos frustrados, porque en realidad lo que habíamos deseado no es lo que en realidad hemos conseguido. 

     Una despedida inesperada es como haber tomado el camino correcto pero del que siempre nos sentiremos arrepentidos, no porque hubiese sido una mala elección sino porque con el tiempo siempre estaremos convencidos de que nos equivocamos pero que no tenemos porque sentirnos arrepentidos.
 

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